Nota publicada en Revista Ñ.

Revista de Cultura

Más allá de los límites del tango y el folclore

Entrevista.  Luis Gorelik, nuevo director de la Orquesta Nacional de Música Argentina, se propone que su repertorio supere la mera tradición.

La Orquesta Nacional de Música Argentina, mejor conocida por el nombre de su fundador, Juan de Dios Filiberto, necesitaba despertar de años de una programación demasiado apegada a los arreglos sinfónicos del folclore y del tango. El director Luis Gorelik aceptó el desafío de conducir a la orquesta por un camino más ambicioso, en el que se luzcan toda su versatilidad. “La ONMA es una orquesta muy especial porque puede abordar muy bien el repertorio de tango y folclore pero también es capaz de interpretar obras centrales de compositores académicos. Es lo que empezaremos a mostrar ya mismo”, dice orgulloso el recientemente nombrado director, quien hizo su bautismo de fuego con un programa de alto vuelo el miércoles pasado en Quilmes y ayer en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Allí se hicieron obras no muy transitadas, como el Concerto Grosso de José María Castro y el Scherzo Sinfónico de Virtú Maragno. Para más adelante promete programas dedicados a Juan Carlos Paz y al grupo Renovación, a Gandini y a la generación del Di Tella. El cielo es el límite.

Gorelik lleva ya siete temporadas al frente de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, que no abandonará . “Es una de las mejores orquestas del país en este momento y en poco tiempo tendremos ampliación de planta y concursos”, dice.

Antes estuvo al frente de la Orquesta de Salta y nunca perdió contacto con Filarmónica de Eslovenia, con la que trabaja todos los años. Como si el tiempo fuera ilimitado, también conduce un programa de radio, Tardes transfiguradas, en Radio Nacional, los martes de 18 a 20. “El programa de Radio Nacional me hizo crecer muchísimo. Te confieso que la idea de esta reunión particular de obras que pienso para la ONMA viene de reflexiones que surgieron en Tardes transfiguradas ”, cuenta para anunciar que tampoco renunciará a ese espacio.

–¿El nombramiento para el cargo de director de la Juan de Dios Filiberto te llegó ahora, con el cambio de gobierno?

–Sí, hace apenas dos meses tomé el cargo. Me llamaron del Ministerio de Cultura de la Nación, en el marco de una política, hasta donde puedo apreciar, de puesta en valor y de reconocimiento de los organismos orquestales públicos.

–Atilio Stampone era el director titular de la orquesta. ¿Qué pasó con él?

–Será nombrado director emérito de este organismo. Es el director desde hace más de 20 años. 

–Me llama la atención tu marcado interés en llamar a Orquesta Nacional de Música Argentina a un organismo que todos conocemos como la Juan de Dios Filiberto. No parece ingenua tu obstinación.

–No lo es. El nombre oficial es Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto. La orquesta tiene sus raíces en lo que fue la orquesta folclórica municipal que creó Filiberto cuando volvió de Mendoza, donde se había radicado por razones de salud. Esa orquesta, que era una típica muy consolidada, fue absorbida por el gobierno nacional en el año 1948, el mismo año en el que se crearon la mayoría de las orquestas argentinas: la Nacional, la de Entre Ríos, la de Mendoza, la de Tucumán y alguna otra que ahora se me escapa de la memoria. Fueron tres o cuatro años en los que el gobierno tomó una nueva posición frente a los organismos culturales del país, lo que iba a ser coronado dos años después con la sanción de la Ley 10.047, que se llamó Ley de Academias Científicas y Culturales, cuyo mayor defensor fue John William Cooke. Esa ley es la coronación de un proceso de avance del Estado sobre organismos culturales. Lo que tiene una parte maravillosa y otra problemática. Lo bueno es que permitió un desarrollo sostenido de actividades musicales en muchas regiones del país. Dio seguridad laboral y una estructura sólida para que los organismos desarrollaran su actividad. Lo problemático fue que al mismo tiempo les generó una gran rigidez. Se perdió, en alguna medida, la dinámica que existía en la programación musical. Por ejemplo, organizaciones como el Profesorado Orquestal, o la Asociación de Amigos de la Música, perdieron la efervescencia.

–Siempre se justifica esa absorción de organismos por parte del Estado por la oportunidad que este daría a realizar programaciones de mayor riesgo. Sin embargo, eso en la práctica nunca se dio o al menos se dio muy pocas veces. 

–Es que la programación artística no debería ser un acto de melancolía. Pero es cierto que la dependencia del Estado muchas veces hace entrar a los organismos en una zona de confort. En realidad, es el programador el que entra en esa zona de confort. Soy de la idea de que un organismo cultural estatal tiene que programar en dos direcciones: hacia la tradición pero al mismo tiempo a las reacciones que esta tradición genera. Ese es el tipo de programación que yo quiero para la ONMA. Una tensión que tiene que resolver el público. Uno no debe darle respuestas al público, sólo debe darle preguntas. Sobre todo en un tema tan delicado como la música argentina. Porque yo todavía no sé qué es la música argentina, y hasta me parece bien no saberlo, por eso me gusta presentar esa tensión.  Creo que a la hora de dirigir un organismo estatal hay tres aspectos que deben estar en equilibrio: el artístico que debe ser el más inquieto, el institucional y el laboral. En la medida en que esto está equilibrado, el proyecto se sustenta. 

–¿Tenés el aval político para hacer el programa que desees?

–Sí, no soy músico de tango. Me llamaron para hacer algo distinto. Los artistas deben tener sus expectativas en permanente movimiento. Y la institución, el gobierno en este caso, tiene que tener una respuesta a las necesidades del organismo. El Estado debe proveer una base para despegar y no un techo que impida el crecimiento.

–Pero hace tres meses se esperaba otra cosa de esa orquesta. Había un programa más provinciano. Tu programa es más ambicioso. ¿La orquesta está preparada para responder ya a esa exigencia?

–La ONMA tiene versatilidad para encarar el repertorio, una virtud que casi ninguna otra orquesta argentina tiene. Puede tocar folclore y tango muy bien, pero también encarar obras del repertorio académico, un repertorio que hacía minoritariamente. La orquesta Metropol de la radio holandesa que tiene sede en Amsterdam, es un ejemplo a seguir. Tiene una gran versatilidad para el diálogo interestilístico y también fronteras afuera. Pretendo el diálogo entre músicas y compositores: que dialogue la música del primer Mario Davidovsky con la música de Aaron Copland, la de Gandini con la de Schumann. Me interesa programar a Ginastera con Bartok o con Stravinski. Porque ni la música argentina académica ni la popular nacieron en una maceta.

–¿Podés programar Copland y Schumann con la ONMA? Eso suena a excelente programa para la Sinfónica Nacional, que incluso en los últimos tiempos, perdió la sana costumbre de tocar a compositores argentinos actuales.

–Por ahora no, pero habrá que ver si se encuentra el marco adecuado para hacerlo. Estar presente en festivales de música contemporánea y otro tipo de eventos que no son los que tradicionalmente transitó es uno de los objetivos.

–¿Cuáles son los lugares por los que transitaba?

–Tenía sede en el Cervantes y luego salía de gira. 

–Pero el Cervantes está cerrado.

–Se está reabriendo ahora. Pero a mí no me gusta ese lugar para la orquesta. Creo que la Ballena Azul o la Sala Argentina del CCK es el lugar ideal para una orquesta como la ONMA. La Orquesta Sinfónica Nacional y la ONMA deberían ensayar y actuar allí. También podría tocar en otros espacios, como la Usina del Arte o el Colón. Como organismo nacional es federal y debe tener llegada a todo el país. 

–¿Ya tiene programadas giras?

–En abril empezamos en Tierra del Fuego, en el Festival de Ushuaia. Tenemos cuatro fechas.

–¿En Ushuaia? No imagino mucho más lugares adecuados para la orquesta que la preciosa sala del hotel Arakur. ¿Hay otros lugares?

–El Polideportivo y la Sala Nini Marshall. Después de 30 años de profesión atesoro con orgullo el haber hecho tantos conciertos en ámbitos no convencionales. Con la orquesta de Salta fuimos a San Antonio de los Cobres, a Tartagal. Con la de Entre Ríos hicimos conciertos en la estación de Basavilbaso.

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